HOPE 2025: Reflexión por Mila Diaz Solano, OP
- Leadership Collaborative
- 27 jun
- 4 Min. de lectura
Por Mila Diaz Solano, OP
Hermana dominica de Springfield, Illinois
Compartido durante la Liturgia de Apertura del 4 de junio en HOPE 2025.
PRIMERA LECTURA | ISAÍAS 61, 1-3a, 6a, 8b-9
SALMO RESPONSORIAL | SALMO 23
SEGUNDA LECTURA | ROMANOS 5, 1-5
EVANGELIO | JUAN 20, 11-18
Hermanas, el Evangelio propuesto para hoy nos presenta como compañera a María de Magdala, la amiga de Jesús. Al ir contemplando este relato podemos hacer nuestra su evolución del duelo hacia el anuncio y sentirnos desafiadas con tres invitaciones especiales.
Como ella, muchas de nosotras nos encontramos frente a sepulcros reales. En estos últimos años nos hallamos muchas veces enterrando a nuestras hermanas, grandes íconos de sabiduría, mentoras, pilares de nuestra vocación y de nuestras congregaciones. No podemos negar que nos visita el llanto cuando las dejamos ir.
Como María, también estamos ante los sepulcros existenciales de lo incierto, lo desconocido y la no claridad. Nuevos desafíos y expectativas se nos presentan como religiosas, y tenemos que dejar ir lo seguro, una manera de ser y estar en el mundo y quizá formas que a muchas de nosotras nos atrajeron a la vida religiosa.
Nuestro llanto, como el de María, se da también por la situación de muerte y violencia que nos circunda. Hacemos duelo con y por las personas migrantes rechazadas en la tierra que esperaban encontrar vida, nos duele ver personas crucificadas y enterradas diariamente en guerras y lloramos con y por mujeres, niñas y población LGTBQ+ víctimas de la trata y de marginalidad. Estamos en duelo junto a nuestra madre tierra por los espacios en los que la creación es violentada y atacada.
Pero el llanto de nuestra hermana María, es único y poderoso. Podemos casi casi escuchar en su duelo, las palabras del salmista “mi Pastor Señor eres tú, nada me podrá faltar…me conduces hacia fuentes tranquilas, siempre en las tinieblas voy, pero tú me sostienes, mi Pastor Señor eres tú.” Podemos imaginarla susurrando “por eso estoy aquí, enfrentando el sepulcro, la realidad de muerte.” Dentro de sí, María va buscando el sentido ahí en medio del caos, de la realidad de muerte y del sinsentido. Y es esa búsqueda; es ese contemplar la realidad con preguntas, que le permiten hacer experiencia del resucitado.
Y he aquí nuestra primera invitación hermanas. Podemos llorar a nuestras hermanas, tenemos que llorarlas; podemos hacer duelo por la Vida Consagrada que conocimos al entrar, tenemos que hacerlo. Pero estamos invitadas a hacer duelo no con nostalgia, esperando que todo vuelva a ser como antes. Estamos invitadas a buscar el sentido y los novedosos signos de la presencia de nuestro amado, como María, en medio del sinsentido. Estamos invitadas no a evadir sino a adentrarnos en el caos con la certeza de que aun en el silencio, el Maestro nos sostiene. Hemos de abrir los ojos para ver los signos del buen Pastor.
El encuentro con los ángeles es otro signo de esa persistente búsqueda de sentido por parte de María. En el diálogo con ellos sentimos su deseo de saber dónde puede encontrar a su Maestro. Ella expresa su disponibilidad para ir por él a donde sea. Hermanas, ¿estamos como ella también en búsqueda activa por el sentido de nuestra Vida Consagrada? ¿Nos abrimos, como ella, al diálogo en torno al nuevo rostro de nuestra vida de votos? ¿Nos interesa ser parte de este proceso de búsqueda a nivel intercongregacional? No sabemos si en adelante nos juntaremos por familias carismáticas, por espacios geográficos, o si viviremos nuestro llamado en medio de la diversidad de los carismas eclesiales. María nos lanza a través de su experiencia de búsqueda la segunda invitación: nombrar nuestra realidad incierta, hacerlo en comunidad y buscar el sentido con otros y otras. Se trata entonces, de hacer, intencionalmente, una experiencia sinodal. Nuestras hermanas ancianas, nuestros asociados, nuestros compañeros y compañeras de camino y sobre todo aquellos en las periferias existencias pueden ser esos ángeles con quienes hemos de redescubrir al Maestro. María entra en diálogo con Jesús sin saber que era él. A veces la voz de Dios viene de entre aquellos que menos esperamos.
María escucha su nombre. Y es en ese momento que la oveja es capaz de reconocer la voz de su Pastor, su buen Pastor. Su mundo se sacude y da un giro. Ahora lo reconoce en su nueva manera de estar presente. ¡Lo ve, lo reconoce…lo ha encontrado! Y como Pedro, Santiago y Juan en el momento de la transfiguración, quiere quedarse allí, sosteniéndolo. Pero Jesús le pide que no se aferre a una relación exclusiva ¡No te quedes María extasiada al haberme encontrado! Si me has visto, si has hecho experiencia de mí, es para ir a anunciar a mis hermanos y proclamar esta Buena Nueva.
Hermanas, estoy segura que en estos días juntas haremos experiencia de este resucitado juntas. El Espíritu nos permitirá descubrir en nuestros diálogos, los signos del rostro de la Vida Consagrada que ya se avista: intercongregacional, intercultural, diversa. Nuestras experiencias de celebración, de conexión, de compartir, harán que nuestra vida dé un giro de lo que estamos acostumbradas en lo cotidiano. La tercera invitación que nos lanza este evangelio es que no nos quedemos solamente extasiadas al reencontrar al Maestro.
Los pobres esperan de nosotras, las personas de corazones rotos, las personas cautivas, las personas reclusas en cárceles físicas y existenciales son parte de nuestra Galilea. Las palabras del profeta Isaías nos desafían hoy a nosotras a hacer que el éxtasis de este encuentro nos impulse al anuncio de la Buena Noticia. Isaías inspiró la acción misionera de Jesús y probablemente la de María de Magdala. Los desafió al anuncio de la esperanza, la liberación, la paz y el gozo acontecidos en la propia existencia. ¡Dejémonos habitar por el espíritu del resucitado hermanas de Hope-Esperanza! Hagamos este proceso con nuestra hermana María. Que salgamos ya desde hoy anunciando la Buena Nueva por las calles ¡para la vida del mundo!
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