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Reflexión sobre HOPE: Una Familia con Muchos Rostros

por Grace Akunna John-Emezi, HHCJ

Handmaids Of The Holy Child Jesus



Grace Akunna John-Emezi, HHCJ (segundo por la izquierda) con los miembros de la cohorte 10 del Programa de Desarrollo de Liderazgo Colaborativo (CLDP) en Roma.
Grace Akunna John-Emezi, HHCJ (segundo por la izquierda) con los miembros de la cohorte 10 del Programa de Desarrollo de Liderazgo Colaborativo (CLDP) en Roma.

Hace tres meses, más de 300 hermanas católicas menores de 65 años se reunieron en Roma para el evento HOPE 2025. La reunión suscitó muchas reflexiones sobre la vida religiosa y la hermandad global, incluyendo este reciente artículo de Grace Akunna John-Emezi, HHCJ, que actualmente se desempeña como administradora del hospital Ancilla Hospital Ihitte, en Ezinihitte, estado de Imo, Nigeria.





«Somos peregrinas de la esperanza; juntas viajamos como una sola familia».


Hope 2025 en Roma fue una experiencia verdaderamente transformadora para mí. Fue un honor participar en esta reunión mundial de hermanas, casi doscientas religiosas de los seis continentes, reunidas en un mismo espíritu. Desde el primer día, me llamó la atención la belleza de nuestra diversidad: hermanas que lucían con orgullo sus trajes tradicionales y culturales, un testimonio visible de que la Iglesia es una familia con muchos rostros.

 

Creemos que al conectar corazón con corazón a través de las culturas y congregaciones, estamos sentando las bases para un nuevo estilo de liderazgo, uno arraigado en la vulnerabilidad, el respeto mutuo, la creatividad, la hermandad y el ejemplo de Cristo.

 

Para mí, Hope 2025 fue un viaje de conexión, celebración y liderazgo. El ambiente era poderoso y cada día nos invitaba a profundizar en nuestro compromiso. Uno de los momentos más destacados fue la música de Gen Verde. Sus canciones nos acompañaron durante todo el encuentro, levantando nuestro espíritu, despertando nuestras emociones y uniendo nuestras voces. La sesión de lamentación, en particular, me conmovió profundamente y me recordó la necesidad de ser sabia y valiente en el liderazgo.

 

La idea central que me llevé a casa es la llamada a ser un líder colaborativo y transformador. Nos desafiaron con preguntas que aún resuenan en mi corazón: ¿Quiénes estamos llamados a ser ahora? ¿Cómo respondemos a nuestra llamada? ¿Cómo nos atrevemos a convertirnos en los líderes que el mundo anhela y realmente necesita hoy en día?

 

Hay una frase que se me ha quedado especialmente grabada, compartida por una hermana durante la misa final: «Sé un constructor de puentes de esperanza, no un constructor de barreras». Esto me conmovió profundamente. Me di cuenta de que, como mujer religiosa, no debo tener miedo de hablar abiertamente de mis retos, de aceptar la vulnerabilidad y de liderar con humildad, discernimiento y oración. Aprendí que el liderazgo no tiene que ver con la perfección, sino con la visión profética y la autenticidad.


Por encima de todo, este encuentro me dio el regalo de la hermandad. Conecté con mujeres inspiradoras de todos los rincones del mundo, cada una de ellas testigo de valentía, creatividad y fe. Esta es una experiencia que siempre atesoraré, reviviéndola a menudo en lo más profundo de mi corazón.

 

Mi más profundo agradecimiento a todo el equipo de Leadership Collaborative y a nuestros patrocinadores, que hicieron posible que muchas de nosotras, incluso aquellas que viajaban a Europa por primera vez, viviéramos este inolvidable viaje de esperanza.

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