A Pensar Más Allá de las Limitaciones
- Leadership Collaborative

- 3 oct
- 3 Min. de lectura
por Lakshmie Napagoda, RGS
Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor (Hermanas del Buen Pastor) y Miembro del Programa de Desarrollo de Liderazgo Colaborativo (CLDP) Cohorte 10

Al crecer en un pequeño pueblo de Sri Lanka, mi vida estuvo marcada por retos y responsabilidades. Mis padres se divorciaron cuando yo tenía apenas tres años, y perdió mi madre la custodia de sus niños. Mi padre dejó de llevarnos a visitar a nuestra madre e hizo todo lo posible para que no supiéramos dónde estaba o cuándo volveríamos de nuevo a verla. El, se volvió a casar, tuvo más hijos y yo me convertí en la mayor de siete hermanos. Fui forzada a asumir el papel de cuidadora, siendo responsable de mis hermanos menores y del hogar.
La escuela se convirtió en el refugio de mis responsabilidades del hogar. Era un lugar donde podía escapar del peso de mis obligaciones diarias y, lo que era más importante, donde experimentaba la amabilidad de algunos de mis maestros. Mis vecinos eran pobres, pero ellos mostraban una generosidad tal que me enseñaron el valor de la compasión, independientemente de las circunstancias. Estos pequeños actos de bondad me abrieron los ojos a una forma diferente de pensar y de creer, una que no estaba sujeta a las expectativas de mi familia o de la cultura.
Aún de niña, sentía una sensación persistente de inquietud. Había una voz molesta en mi interior insistiendo silenciosamente que había más en la vida, que el simplemente cumplir con las expectativas familiares y culturales. Junto a esta inquietud interior también había un sueño pequeño pero poderoso – de que algún día volvería a estar con mi madre. Esa esperanza, aunque débil, me dio una razón para creer que la vida ofrecía posibilidades más allá de la vida que yo conocía. Cuando finalmente me reuní con mi madre, que había trabajado muy duro para traernos a Estados Unidos, mi mundo se expandió de maneras que no había anticipado. La alegría de reunirme con mi madre se mezcló con el choque cultural, lo que significó aprender un nuevo lenguaje, adaptarme a una nueva cultura y comprender un tipo diferente de amor y perseverancia. Mi madre, quien me acercó a la Iglesia católica, se convirtió en una figura que me ayudó a cuestionar las creencias con las que había crecido y me impulsó a pensar de manera diferente sobre mi potencial y lo que el futuro podría depararme.
Otro momento fundamental en mi camino fue el encuentro con las Hermanas del Buen Pastor (SGS). Su trabajo con mujeres y niños en un refugio en Los Ángeles me introdujo a el espíritu de Santa María Eufrasia, la fundadora de las hermanas SGS. Estas hermanas vivían dedicadas al servicio, el amor y la compasión, enseñándome que había otra forma de vivir y pensar más allá de las expectativas culturales de casarse y tener hijos.
Al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que muchos factores influyeron en mi vida para pensar de manera diferente: la dinámica familiar en la que crecí, la bondad que encontré a lo largo del camino, las oportunidades que se me dieron para servir y la compasión que presencié a través de los demás. Estas experiencias, aunque a veces difíciles, me dieron la fuerza para creer que la vida tenía más para mí de lo que había esperado. Me enseñaron a cuestionar, a tener esperanza, a creer y a pensar más allá de las limitaciones en la forma en que me educaron.








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