por Herlinda Ramirez Machado, CSJ
Nuestra Señora de Guadalupe es una inspiración en mi vida. La conozco de una manera personal desde mis últimos años de adolescencia cuando un accidente automovilístico cobró la vida de dos de mis amigos y me dejó con lesiones. Mi recuperación física tomó algunos meses, tiempo durante el cual recuerdo pasar horas admirando el rostro de Nuestra Señora de Guadalupe y diciéndole lo que estaba en mi corazón y mente. La importancia de este tiempo fue que a través de mis oraciones sentí su intercesión, cuidado y protección. Estaba segura de que Nuestra Señora de Guadalupe me miraba y se sentó conmigo en el silencio, el sufrimiento, las dudas y la vulnerabilidad. Nuestra Señora de Guadalupe me miró con el deseo de conexión que sólo una madre podría tener para su amado hijo. Me miró con una mirada fija como si quisiera no perder detalles sobre mis palabras, sufrimientos y esperanzas.
Con fe y curiosidad, comencé a leer sobre la historia de Nuestra Señora de Guadalupe y Juan Diego, un hombre indígena mexicano. Aprendí que en el momento de las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe los indígenas americanos vivían en constante ansiedad, miedo y desesperación. Era tan difícil para los nativos americanos creer que el Nuevo Dios traído por los españoles era un Dios de amor porque, por un lado, los españoles tenían la Biblia y sus principios de amor, unidad y perdón; por otro lado, los españoles tenían la espada que representaba la guerra, el abuso y la injusticia hacia los nativos americanos. Las apariciones de Nuestra Señora de Guadalupe mostraron que ella era consistente con sus palabras y acciones. Su presencia era para evangelizar, para dar a conocer a su hijo amado y para manifestar el amor de Dios por todos. Ella mostró que vino a traer paz y unidad. Ella vino a restaurar la dignidad de la gente del Nuevo Mundo y del Viejo Mundo.
Hoy pienso en la historia de Nuestra Señora de Guadalupe y Juan Diego. Me imagino cuán inmediatamente se despertó la conexión entre ellos. Juan Diego experimentó sólo una atracción pura por el amor que vino del cielo y que se emanaba de Nuestra Señora de Guadalupe. Juan Diego miró a Nuestra Señora de Guadalupe en su representación de una mujer de color, y sintió la familiaridad de su raza y se identificó con ella. Juan Diego quedó cautivado por su belleza y su compasión; y él cayo rendido y postrado a sus pies. Cuando Juan Diego escuchó su lengua materna (Náhuatl) hablada por ella, sintió su empatía y solidaridad con él y las personas más vulnerables. A través del lenguaje hablado (Náhuatl), Nuestra Señora de Guadalupe dio voz y poder a los sin voz de la época.
Juan Diego era una persona humilde y sin pretensiones, sin deseo de grandeza o sin afán de titulares en las noticias de la época. Cuando Nuestra Señora de Guadalupe lo miró y lo eligió, le devolvió su humanidad, dignidad y valor en las peores circunstancias de conquista, dominación, violencia y sufrimiento. Ella lo amaba sin importar lo que otras personas pensaran de él. Juan Diego le dijo a Nuestra Señora de Guadalupe: Oh Madre de Dios, por favor elige a otra persona, más capaz y educada, alguien considerado digno y más valioso que yo. Y ella, en su ternura maternal, le respondió: No hay nadie más valioso, más digno para mí, mi amado hijo, que tú. Nunca olvides que incluso si todos tratan de quitarte tu dignidad, no pueden porque tu corazón, mi amado hijo, es mío. Recuerda siempre quién eres y por qué te elegí".
Nuestra Señora de Guadalupe hablaba el mismo lenguaje del corazón que Juan Diego, el lenguaje del amor. Ella nos recuerda que Dios no viene por algunos y deja atrás a otros. Nuestra Señora de Guadalupe vino a traer paz y a unir a todo el pueblo de Dios. Ella nos recuerda el amor incondicional, el respeto y la empatía de Dios por toda la humanidad.
Herlinda Ramírez Machado, CSJ es una Hermana de San José de Orange, que actualmente trabaja como el Directora Asociado de Novicias para la Congregación. Tiene experiencia en psicología organizacional, cuidado pastoral, trabajo social y es Terapeuta Matrimonial y Familiar Asociada. La Hna. Herlinda es de México y actualmente reside en California (EE.UU.) Participó en el programa de formación de líderes Leaders as Leaven.
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